Concierto de Conciertos de 1988 en Colombia

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Con el Concierto de Conciertos, el 17 de septiembre de 1988, el país recuperó su autoestima y los fanáticos aprendieron a ser fanáticos, los empresarios a hacer grandes espectáculos, los músicos a tocar en estadios, los periodistas musicales a reseñar conciertos y los periodistas deportivos a que el estadio El Campín no era un espacio exclusivo para ellos. Por Andrés Zambrano* Los historiadores y los violentólogos suelen decir que la década de los ochenta fue una de las más oscuras para el país, por la violencia de Pablo Escobar y el cartel de Medellín, por el fracaso de los procesos de paz propuestos por el gobierno de Belisario Betancur, por el sacrificio de los militantes de la Unión Patriótica, por el mundial de fútbol que pudo ser y nunca fue, por la desesperanza de una generación que creció con la preocupación de que una bala perdida nos dejara sin futuro. Los que por aquellos años comenzábamos nuestro recorrido profesional nos sentíamos atrapados en un país más o menos provinciano, que transitaba hacia uno más urbano. Éramos hijos del realismo mágico y del boom latinoamericano, pero, como lo reclamaron algunos escritores, también nos sentíamos bien comiendo en McDonalds (remember el libro McOndo de Alberto Fuguet) y por supuesto escuchando rock y pop. El Concierto de Conciertos no tuvo nada del misticismo de otras grandes liturgias de la música contemporánea que lo precedieron, como Woodstock o el mismo Live Aid de 1985, que tocó ver en cine (el primero) y por televisión vía satélite (el segundo). Pero sí fue el kínder para un grupo de jóvenes que quería sentirse parte de ese mundo que le llegaba por la televisión -con unos meses de retraso, es cierto-, pero que sentía suyo. Allí, los fanáticos aprendimos a ser fanáticos, los empresarios a hacer grandes espectáculos, los músicos a tocar en estadios, los periodistas musicales a reseñar conciertos y a no fusilar recortes de revistas como Rolling Stone, y los periodistas deportivos a que el estadio El Campín no era un espacio exclusivo para ellos. Por aquellos años, Colombia no existía en el mundo del pop, ni del rock; aquí se hacía salsa y muy buena, Niche y Joe Arroyo eran nuestros productos de exportación y en el mercado local el rey era indudablemente Diomedes Díaz. En cuanto al pop, los baladistas venezolanos nos llevaban la delantera, comenzando por Franco de Vita, que sigue vigente, y Yordano. Por eso ellos dos eran parte del cartel que los empresarios prepararon para esa noche de septiembre de 1988. Los únicos criollos que habían logrado alguna presencia nacional eran Juancho y Piyo, los integrantes del dúo Compañía Ilimitada, que hacían un pop bastante sofisticado para la época. Me atrevo a decir que la autoestima nacional por aquellos años llegó a su punto más bajo; con la ilustre excepción del ciclismo -Lucho se ganó la Vuelta España en 1987-, todo lo demás, la violencia, la guerra y la corrupción, eran motivos para tener la cabeza agachada. Mostrar el pasaporte en cualquier aeropuerto de Europa o Estados Unidos era la garantía de una minuciosa requisa en las aduanas. Lo mismo sucedía con la música: Colombia no era territorio pop, y así lo entendieron los ejecutivos de la disquera Sonolux (que ya desapareció), que cuando sacaron la canción Igor y Penélope, el primer sencillo de la banda bogotana Pasaporte, se cuidaron de decir en los boletines de prensa cuál era su país de origen. La jugada fue tan exitosa que consiguieron entrar en el cartel del Concierto de Conciertos y que los programaran en la radio. Lo que nadie sabía, salvo la propia banda, era que esa noche tocaban por primera vez un concierto; ni siquiera lo habían hecho en bares y esa noche debutaron ante 80 mil personas. Una irresponsabilidad que 30 años después suena a despropósito, pero que salió bien y que le permitió a la cantante del grupo, Elsa Riveros, acuñar la famosa frase, “Bogotá del putas, Bogotá”. Para los espectadores fue el bautizo de la convivencia, de la buena onda, de cantar a todo pulmón y de comenzar a cerrar una de las décadas más prolíficas de la música. Los ochenta se beneficiaron de esa tormenta creativa que fueron los años sesenta y setenta, que validaron a los jóvenes como creadores de contenido con un gran potencial comercial y permitió la irrupción, con pleno derecho, de la tecnología del video y la televisión por suscripción. El fruto de esa fusión fue el Canal MTV. La música y la imagen funcionaron a partir de ese momento como un solo producto artístico y ya nada fue igual. A esto hay que sumarle el auge del disco compacto y la necesidad de reponer con esta tecnología los viejos discos de vinilo, lo cual trajo como consecuencia un auge económico para la industria musical como no se ha vuelto a ver en la historia. La televisión por cable solo llegó a Colombia en 1987 y MTV Latino se creó en 1993, de manera que los videos de bandas como Culture Club, Rick Astley, U2, Guns N’ Roses, The Bangles o A-ha se conocían por la vía de programas como Los 10 mejores de la música, presentado por Lina Botero, la hija del gran pintor colombiano Fernando Botero, los de Manolo Bellón o los que se lograban alcanzar por medio de las llamadas antenas parabólicas, cuando los sábados se podía sintonizar la señal internacional de Televisa, que promovía grupos como Timbiriche (también presente en el concierto), Flans o bandas roqueras como Caifanes. Tanto bombardeo visual, unido a una generación que se sentía urbana y cosmopolita, pero que no sabía mucho inglés, facilitó que los magnates de la industria musical se inventaran el concepto de ‘Rock en tu idioma’, que atravesó toda Latinoamérica y posibilitó la consolidación de bandas como Soda Stereo, Enanitos Verdes, Miguel Mateos (también presente en el concierto) en Argentina; en México Fobia, Maldita Vecindad o Tijuana No; y en España, la que ha sido una de sus mejores generaciones: Mecano, La Unión, Duncan Dhu, Hombres G y, por supuesto, Los Toreros Muertos. Si bien el rock en español se venía haciendo desde los años sesenta, su potencial comercial era de alguna manera marginal. En casi todos los casos se trató de esfuerzos de pioneros que se adelantaron a su tiempo, como Chucho Merchán o Harold en Colombia, pero que no encontraron un público listo para comprar sus discos. Para los años ochenta, las condiciones estaban listas, el rock, que tiene su terreno fértil en zonas urbanas y se nutre del asfalto y del polvo de ciudad, por fin pelechó en terreno abonado. Impulsado por disqueras como Ariola-BMG (hoy Universal) y CBS (en la actualidad Sony), el rock en español comenzó a figurar en los listados de popularidad. Emisoras como 88.9 Super Stéreo en Bogotá, que transmitían solo música en inglés, comenzaron a programar canciones de Soda Stereo, los Enanitos Verdes, Charly García o Miguel Ríos. Por eso no es de extrañar que entre los promotores de aquel famoso concierto estuvieran Fernando Pava Camelo, dueño de 88,9, quien, con Felipe Santos, vio la oportunidad de hacer el ahora mítico Concierto de Conciertos. Sin embargo, y en eso también pecaron por novatos, el gran ganador de esto fue el recién posesionado alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana, quien estaba estrenando la figura de la elección popular de alcaldes y apenas llevaba unos meses como burgomaestre. Ante la falta de escenarios apropiados, el hombre tuvo el tino de prestar el estadio El Campín para que su nombre quedara asociado al del evento. Tres décadas después, cuando por Bogotá pasan desde Paul McCartney hasta U2, y artistas colombianos como J Balvin y Shakira son los que llenan estadios en otras partes del mundo, es bueno recordar que esas 12 horas de música fueron parte del ritual de iniciación de una generación y la cuota inicial para comenzar a recuperar la autoestima de un país que por aquellos años era considerado un paria y que cualquier extranjero con cierto grado de sensatez solía evitar, incluyendo los grandes ídolos de la música del momento, que preferían seguir derecho hacia Río de Janeiro, Caracas, Santiago de Chile o Buenos Aires. *Periodista, editor de La página del rock, de El Tiempo, en aquella época. (Programa realizado en el año 2013) - - - Ruta 89 es un programa de radio que trae de vuelta lo mejor del Rock & Pop de los 80s y 90s, con versiones inéditas, en vinilo, artistas en vivo y las canciones que hoy son ya, clásicos. Todo esto en un ambiente relajado, con los datos y anécdotas que realmente queremos saber. Cada programa es un especial diferente dedicado a bandas o músicos de los 80s y 90s que transitaron por el rock y pop en inglés y en español. Así mismo, tenemos programas dedicados a los eventos que marcaron estas dos décadas, tales como grandes conciertos, bandas sonoras, movimientos culturales, entre otros. Conducen: Juan Carlos López - @jcmovie y Mauricio Parada Beltrán - @maopb Sigue Ruta 89 en facebook, instagram y twitter: @ruta89radio

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